El Tren del Norte llegó a la meta por ocasión número veinte en su historia y lo hizo aplastando al Diriangén en su casa y con su gente gracias a los goles de Juan Ramón Barrera y Byron Bonilla que despertaron en el momento más necesitado para limpiar un torneo de poco brillo. Los estelianos supieron maximizar las diversas fallas diriambinas producto de un partido de bajo voltaje para la Tribu.
Otoniel Olivas repitió el mismo once del empate sin sabor en el Independencia, con la excepción de que incluyó a Ewerton en lugar de Fabián Montserrat mientras que Roberto Chanampe intentó presentar a un equipo más ofensivo al darle ingreso a Dwann Oliveira y Patrick Torelli, pero los brasileños dieron un muy mal partido y quedaron a deber.
Diriangén fue irresoluto siempre, pifió en todas sus líneas pues Miguel Rodríguez se tragó el primer gol esteliano, la defensiva fue frágil, la zona media no destruyó y tampoco construyó y la zona de ataque falló en las pocas opciones que generó mientras, en la otra acera, el Estelí inteligentemente esperó y con paciencia pudo golpear en los momentos oportunos.
Desde el primer momento de partido el Estelí impuso su ritmo y dejó en evidencia que había llegado a Carazo para salir campeón. Al 6′ y por un costado, tras robar la pelota, llegó Juan Ramón Barrera y sacó un disparo que obligó a Miguel Rodríguez a responder con atención. La jugada, quizá irrelevante, fue un mensaje claro de lo que sería el partido. Estelí conectado y Diriangén desenchufado.
A pesar de su falta de conexión, Diriangén generó al 13′ una de las únicas tres opciones de peligro que tuvo en la final cuando Patrick Torelli punteó una pelota que había enviado Dwann Olivera pero su disparo se fue a estrellar en la base del poste izquierdo de Douglas Forvis que tuvo que irse lesionado tras la primera parte no sin antes desviar un débil remate de Torelli.
La mejoría diriambina fue efímera pues el Estelí retomó el control del partido por siempre y, de hecho, hirió de muerte al Cacique cuando al 34′, Harold Medina encontró una pelota en la zona media, avanzó y sacó un izquierdazo que llevaba potencia pero poco movimiento. Miguel Rodríguez se lanzó hacia su izquierda y engulló el disparo, atacó terriblemente la pelota y sirvió como catalizador para que la pelota se estrellara en el palo izquierdo del arco diriambino y para que quedara paseando por la línea de gol hasta que Juan Barrera apareció para hacer ingresar la pelota para establecer el 1-0.
El gol, que representaba una ventaja mínima para el Tren, pareció una lápida de demasiado peso para un Diriangén que tuvo poca personalidad. El error de Miguel fue un golpe moral mortal para su equipo que no pudo reaccionar.
Otoniel Olivas movió fichas e hizo ingresar a Byron Bonilla que supo marcar diferencia de manera inmediata. Al 49′, Bonilla recibió una falta en el borde del área y se encargó de cobrar el tiro libre que se fue a colar, como por arte de magia, al ángulo superior derecho del arco de Miguel Rodríguez quien puso una rodilla en el piso como para rendir honor a la genialidad del granadino. El 0-2 dejaba las cosas completamente definidas aunque faltase un mundo para que el partido finalizara.
Pero el tiempo era irrelevante ante la falta de hambre del Cacique que no supo reaccionar y se limitó a ser un cuerpo sin alma que solo pudo volver a llegar con peligro en una ocasión más cuando al 63′ Junior Arteaga quedó mano a mano con César Salandia que ganó el duelo y, con su rodilla a tierra, desvió el remate.
Es verdad que Miguel Rodríguez falló en el primer gol esteliano, pero también es verdad que su falla no fue más significativa que la falta de empuje de un equipo que no quiso o no pudo hacer mucho más que caminar sin ideas claras sobre el césped mientras Real Estelí, sin piedad, daba un tiro de gracia cuando al 90+3′, Josué Quijano entró al área sin mayor oposición y sacó un disparo de izquierda que se estrelló en el larguero y quedó suelto para que Harold Medina reclamara un premio muy merecido y estableciera el 3-0 que certificó la goleada esteliana, la humillación Cacique y el título veinte en la historia del Real Estelí.